martes, 26 de marzo de 2013

ARTE: Luces de Bohemia en la Fundación Mapfre.



C’est là qu’ont s’est connu 
Moi qui criait famine 
Et toi qui posais nue 
La bohème, la bohème 
Charles Aznavour

Todo aquel que haya fantaseado alguna vez con ser artista, en cualquiera de sus formas, como pintor, fotógrafo o poeta, ha soñado con el estereotipo del bohemio vividor, con poco que llevarse a la boca, pero una vida libre de ataduras.

Hasta el 5 de Mayo, la Fundación Mapfre nos ofrece en su sala del Paseo de Recoletos un recorrido por la visión que artistas tuvieron de la vida nómada de los gitanos, y como la libertad que reflejaba esta etnia influenció la vida de los artistas de las primeras décadas del siglo XX.
El recorrido comienza con el siglo XVIII y el gitano enfrentado a la sociedad “civilizada”, su relación con los estratos más altos de la sociedad, que los requieren como quiromantes o echadores de cartas. Es en este siglo donde más se explota la relación entre el gitano y la naturaleza, su verdadero hogar, sin paredes que le retengan, un buen ejemplo es el cuadro de Teniers Paisaje con cueva y un grupo de gitanos.

El XIX se sumerge en la sensualidad y sexualidad de la gitana, que, enfrentada con la mujer encorsetada en la sociedad, se permite mostrar su cuerpo, bailar sola y hechizar así a los hombres hasta la locura, como hace Carmen en la ópera de Bizet. La gitana de ojos profundos mantiene una belleza casi animal, sin artificios, es esencia pura de mujer y tema frecuente en las artes. 
El Deseo. Theodor von Holst 
Es en este mismo siglo en el que el artista quiere romper vínculos con la sociedad, se convierten en idealistas que defenderán causas de rebeldía e independencia. Si Delacroix es el pintor que mejor publicitó la Revolución Francesa, Goya ya había hecho lo propio retratando los desastres de la guerra. Comprende el artista entonces que el arte va más allá de la estética. Pintores y poetas dejan de ser mero espectador y testigo del mundo, para realmente involucrarse en él.
Aun cobrando por los retratos a la sociedad burguesa decimonónica, el pintor recupera el autorretrato, y el artista se convierte en el nuevo gitano, un paria que busca a sus musas en los prostíbulos de Montmartre y los salones de baile. Un hombre que no busca un lugar, sino que se hace parte del entorno, que vive con poco, pero busca vivir libre, sin reglas, sin arrepentimientos.
Autorretrato. Atribuido a Delacroix.
Pintores y poetas (más tarde se unirán también los fotógrafos) se reúnen en los cafés de París, comparten sus penurias, pero hacen apología de su modo de vida. El artista se ha convertido en tema propio de la pintura. Baudelaire, Rimbaud o el compositor Eric Satie serán retratados repetidas veces como exponentes de esa nueva forma de vida, la vida bohemia, que alcanzará la fama finalmente cuando Puccini le dedique una ópera.

El Bohemio de Montmartre / Erik Satie. Ramón Casas
Las pinturas de las bailarinas de Toulouse-Lautrec o las calles de Montmatre pintadas por Van Gogh serán una influencia definitiva en los pintores de la Barcelona de principio de siglo donde  Pere Romeu ideará Els Quatre Gats, parada de modernistas como Ramon Casas, Fortuny, Anglada Camarasa o Rubén Darío, y más tarde, de artistas como Picasso, que pronto probará la vida bohemia parisina, que convertirá a la capital francesa en refugio de artistas y cuna de las vanguardias antes de que, en los años cincuenta, Nueva York se imponga como sede del arte mundial, y pintores y escritores cambien Montmartre por el Village, los cafés mugrientos por las reuniones con las grandes fortunas americanas, y el Vals de Mussetta por los ritmos del jazz.


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