Hacía casi quinientos
años que Colón llegase a las Américas por una especia
de malentendido. Madrid, España en general, se disponía a
conmemorar tal acontecimiento cuando los telediarios comenzaron a
abrir con una noticia, cuanto menos, sorprendente: las voces de la
pequeña Raimunda.
Si
caminamos alrededor de la plaza de Cibeles nos encontraremos cara a
cara con lo que un día fueron los antiguos almacenes de cereal
construidos para paliar cualquier caso de falta de abastecimiento.
Allí, en lo que una vez fuesen los antiguos Molinos de Plata y el
Pósito Real de Madrid (los almacenes mencionados), se alza el
Palacio de Linares, o, como es conocido hoy día, la Casa de América.
El
edificio se abrió de cara al público tras una larga rehabilitación
en 1992, coincidiendo con el aniversario del descubrimiento de
América, acogiendo desde entonces exposiciones, cursos... Pero poco
antes el Palacio de Linares saltó a nuestras vidas por una noticia
que daba Televisión Española en
la que una desconocida por entonces doctora, llamada Carmen Sánchez
de Castro mostraba unas psicofonías en las que escuchábamos a una
niña que decía: “Mamá, mamá… Yo no tengo mamá”.
A una mujer se lamentaba: “Mi hija Raimunda… Nunca oí
decir mamá” y otra que
recogía una voz masculina que exclamaba: “¡Fuera… no,
aquí no!”
¿De
dónde procedía estas supuesta historia?
Empieza
la historia de nuestro emblemático edificio de hoy en el año 1872,
cuando José de Murga, primer marqués de Linares decidió adquirir
un solar de unos tres mil sesenta y cuatro metros al ayuntamiento de
Madrid. Dicho marqués presumía de liberal, hecho que demostró a su
hijo firmándole que no creía en los matrimonios de conveniencia y
que, si debía casarse, lo hiciese por amor. Si llegase el caso
aceptaría incluso a una joven de condición más baja que la suya,
así de moderno era nuestro marqués.
Una
mañana, o quizá se tratase de una tarde, el hijo de tan moderno
marqués, llamado también José, llegó a su casa confesando a su
padre lo locamente enamorado que estaba de la hija de una estanquera
de la calle Hortaleza. Sus palabras cayeron en saco roto hasta que
poco después declarase la relación que mantenía con Raimunda,
nombre de la hija de la cigarrera, y las intenciones que tenía de
casarse con ella. El marqués cambió su semblante moderno y decidió
mandar a su hijo a Londres, alejando a los enamorados.
Suponemos
que el joven José de Murga pasa un tiempo en Londres, aprendiendo lo
mejor y lo peor que pudo de cada situación, para al final regresar a
Madrid. Regresa a la muerte de su padre, siendo así el heredero del
título. Sin una figura paterna que le reprochase sus paseos y
miradas indebidas, José visita a su amada y cumple lo que dejó
pendiente años atrás: marqués e hija de estanquera acaban por
contraer matrimonio.
Días,
años, o quizá meses después de tan felices nupcias, José deambula
por la casa y se entretiene abriendo y cerrando cajones investigando
su contenido. Cuál sería su sorpresa al encontrar una carta de su
padre que no le fue entregada. En aquella misiva José descubrió que
su padre había sido infiel a su madre, descubrió la relación
adultera que había mantenido con una estanquera, de una calle
cercana llamada Raimunda. No eran pocos los sentimientos encontrados
que pudieron cruzar por su mente en aquel momento, menos aún al
descubrir que de aquellos encuentros tuvo fruto el nacimiento de una
niña, llamada, al igual que su madre Raimunda.
Podemos
imaginar el impacto que pudo tener en José de Murga tal noticia, se
había casado con su propia hermana, podemos intuir la reacción de
ambos al volverse hacia el fruto de su amor, aquella pequeña
criatura, que habían dado a luz poco atrás. José y Raimunda habían
tenido descendencia, una pequeña que había recibido el mismo nombre
de su madre y su abuela.
Y
aquí es cuando empiezan nuestras leyendas.
Unas
dicen que la pequeña Raimunda fue enviada a un monasterio, otra que
fue enterrada o emparedada.
La
tan famosa casa de muñecas, que se supone fuese uno de los lugares
de recreo de la pequeña Raimunda, ha acabado siendo un almácen. Tan nombrada casa tiene fama de ser la prueba de que la pequeña Raimunda existió. Si tenéis la oportunidad de visitar la Casa de América no dudéis en visitarla y contarnos vuestras sensaciones.
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