jueves, 11 de abril de 2013

MUSEO DEL ROMANTICISMO


Entre las pequeñas joyas que tiene Madrid, se encuentra un palacete neoclásico en la calle San Mateo 13, que se convirtió en el sueño de Benigno de la Vega-Inclán, mecenas de las artes españolas y promotor del Museo del Greco en Toledo y del Museo Sorolla, que quiso regalarle a la capital un trozo del XIX español, convirtiendo la que fue residencia de los Condes de la Puebla del Maestre, en un parche dentro de una calle donde abundan los bares y los pequeños negocios de barrio. Pisar su entrada es montarse en una maquina del tiempo que nos transporta al Romanticismo español. 

Una servidora tuvo la suerte de visitarlo antes de una reforma que duró ocho largos años, y he de decir que el lavado de cara es para mejor. 
El principal encanto del Museo del Romanticismo, es que no es propiamente un museo, es una invitación a un palacete decimonónico que nos permite, a través de sus estancias, dibujar el contexto español de una época. 
Salón de baile

Con una pinacoteca envidiable, que va desde los retratos costumbristas de la burguesía a esas pequeñas joyas que son Sátira del suicidio romántico y Sátira del suicidio romántico por amor de Leonardo Alenza, ambos donados por el Marqués de Cerralbo (de cuyo museo hablaremos en otra entrada), las paredes de cada sala no dejan un hueco libre, adaptándose por completo a las costumbres decorativas de hace dos siglos. 

Sátira del suicidio romántico


En él entendemos mejor la turbulenta situación política que pasaba España. El final del reinado de Fernando VII, La Revolución de 1868 (La Gloriosa) que obligó a Isabel II a exiliarse a Francia, el  extranjero, y maltratado por la historia, Amadeo de Saboya, que sirvió de transición hasta que fue proclamada la Primera República... Pero también nos muestra los detalles más nimios del día a día en un palacete del diecinueve. Desde las costumbres y deberes de las mujeres, a los juegos sociales de los caballeros, de la melancolía fatal de Mariano José de Larra (del que conserva su famoso retrato) a los juguetes y la infancia de aquel entonces. 

Entre sus objetos más curiosos destaca un retrete en el que posó sus reales nalgas el rey Fernando VII, la cama de estilo imperio del dormitorio femenino, o un magnífico piano Pleyel encargado por la reina Isabel II. Cada estancia merece el tiempo y el mimo suficiente para no dejar escapar un detalle, por lo que más de una visita se hace necesaria si quieres quedarte con tanta belleza y tantos fetiches. 

Estancia femenina

Si además sales con hambre, o si sencillamente una tarde se te antoja un lugar coqueto para disfrutar de una taza de té y una selección de tartas caseras, el museo ofrece un escenario único en su Café del Jardín, que se puede visitar sin necesidad de entrar a la exposición. 

El Museo del Romanticismo es además un lugar interactivo, donde se celebran talleres infantiles, conciertos y visitas guiadas, todo esto, por supuesto, llamando antes para asegurarte una plaza. 

Café del jardín

En definitiva, una visita ya obligada en Madrid que te deja un sabor tan melancólico como agradable, y que invita a plantarse un miriñaque o un sombrero de copa e irse de paseo en calesa por el Retiro.

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