jueves, 8 de enero de 2015

Calles de Madrid: Desengaño


Calles de Madrid: Desengaño

Tras las bambalinas de la Gran Vía, allí donde ahora crecen las pequeñas tiendas de moda codeándose con otras de toda la vida como Riesgo, donde adictos a los narcóticos ilegales duermen en el suelo con el compás de fondo de los tacones de las prostitutas, se encuentra una de las calles más antiguas de la capital, cuyo nombre proviene de una leyenda que dejaría a Iker Jimenez anonadado.

La calle Desengaño ganó durante años una nefasta fama de tramo peligroso en el centro de Madrid. Escondida y oscura, muerta en una de sus aceras que da a la espalda de los grandes comercios y hoteles de la Gran Vía, se trata de una calle donde aun se puede saborear un regustillo a barrio que contrasta con la rehabilitación de la zona que, poco a poco, va pariendo pequeñas boutiques y restaurantes de moda. El extraño nombre con la que se rebautizó a la originariamente Calle San Basilio proviene de una leyenda del siglo XVI que ha quedado representada en el cartel de cerámica que la anuncia.

Vivían entonces en la corte madrileña dos caballeros de origen italiano que gozaban del favor real y que eran famosos seductores. Uno de ellos, Jacobo de Grattis, conocido popularmente como Caballero de Gracia, merecerá su propia entrada en este blog, el otro era Vespasiano Gonzaga, uno de los hombres de confianza de Felipe II. Existía entre ellos gran rivalidad, y un día en el que el primero rondaba a una dama de la zona,  se encontró con Vespasiano  en esta callejuela y desenvainaron espadas. No había hecho más que empezar el duelo cuando apareció una mujer cubierta por un velo que corría huyendo de un zorro. Asombrados, ambos caballeros la siguieron, pero al acercarse a ella la figura se giró y mostró un rostro momificado. Ante tan espantosa visión ambos exclamaron <<¡Qué desengaño!>>.

En una versión mucho más realista, esta leyenda, inventada por criminales,  se contó para crear miedo en una sociedad supersticiosa como la de entonces y mantener así alejada a la autoridad real.

Fuera como fuese, su localización era demasiado céntrica para mantenerse como cueva de ladrones y gente de malvivir, y en el siglo XVIII contó con con un ilustre vecino cuando Francisco de Goya se mudó al barrio. Aquí murieron las dos mujeres más importantes de su vida, su esposa Josefa Bayeu y su amante tras su viudedad Leocadia Weiss.  Ese mismo lugar fue alquilado por el ministro Godoy como vivienda para su amante Pepita Tudó.

Fue la construcción de la Gran Vía la que mató a Desengaño. En particular podemos culpar al imponente Edificio Telefónica que cortó su salida a la calle Fuencarral, ahogando a la callejuela en las sombras del que entonces fue uno de los primeros rascacielos de Europa. Sin embargo, una calle que ha sobrevivido siglos no podía dejarse morir y, con el esfuerzo de sus vecinos que denunciaron el mal estado de la zona y gracias a los negocios que crecen en ella, Desengaño vuelve a la vida.

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